En el centro de la Ciudad de México, en la esquina del Zócalo, donde desemboca la calle16 de septiembre, existe un hotel cuya belleza es admirada por propios y extraños. En el espacio ocupado por este hotel, hace poco más de 100 años, se edificó una tienda, muy novedosa para su tiempo, llamada El Centro Mercantil.
¿Cómo surgió el Centro Mercantil? Veamos un poco de su historia
Sus antecedentes más remotos pueden ubicarse a pocos años después de la caída de Tenochtitlán, cuando se inició la repartición de solares entre los españoles. Al contador real Rodrigo de Albornoz se le otorgó el predio situado en la esquina de lo que se conocería años después como la calle de Tlapaleros (hoy 16 de septiembre), contigua al Portal de Agustinos y Portal de Mercaderes (situados en lo que hoy es la Plaza de la Constitución). En este solar, en 1526, Rodrigo de Albornoz construyó una casona de dos plantas que resultó una edificación imponente para esa época.
Con el paso del tiempo, el edificio dejó de ser el hogar del conquistador para convertirse en un espacio donde se establecieron varios comercios, un adelanto de lo que 300 años después se convertiría en el lugar que ocuparía El Centro Mercantil.
Poco a poco, los portales de la casona dieron abrigo a diversos comercios, entre ellos un establecimiento dirigido por los frailes agustinos, quienes construyeron en las inmediaciones un portal, conocido desde entonces como Portal de Agustinos, el cual sobrevivió hasta el siglo XIX. Este portal fue usado para vender flores, plantas medicinales, fruta y dulces.
Ya para el siglo XIX, Porfirio Díaz con sus ideas de modernizar al país y ponerlo a la altura de ciudades europeas, facilitó las inversiones de capital extranjero, principalmente las francesas. En el siglo XIX se consideraba a Francia, especialmente a París, como la capital del mundo. La influencia francesa, sobre todo en la arquitectura y en la conformación de espacios como parques y alamedas tuvo gran efecto en México. Los productos franceses fueron muy cotizados, en especial, por la clase alta que podía costearlos.
En aquellos años, existía al sur de la Plaza de la Constitución un lugar denominado el Portal de las Flores, integrado por locales de venta conocidos como “cajones de ropa” que servían para comercializar exclusivos productos importados, que venían principalmente de Europa. La llegada de estas mercancías, trajo consigo nuevas ideas y formas de comercializar los productos, como diseñar nuevos espacios, sitios estratégicos y construcciones adecuadas, como ya sucedía en otros países.
En 1895 la casona fue comprada por el empresario francés Sebastián Robert, quien fue propietario de un cajón de ropa en el Portal de las Flores que se quemó en uno de los incendios más terribles que ocurrieron en la Ciudad de México.
Sebastian Robert reconstruyó el edificio de la casona para convertirla en una plaza comercial, inspirada en los “Grands Magasins de París” establecimientos que destacaban por su arquitectura suntuosa, digna de un museo o un palacio., como Au Bon Marche, Galleries Lafayette y el Bazar del Hotel de Ville.
La nueva plaza comercial fue construida entre 1895 y 1899 por José de Teresa quien era parte del grupo de inversionistas encabezado por Sebastian Robert. José de Teresa encargó la obra a los ingenieros Daniel Garza y Gonzalo Garita, quienes siguieron el método de Chicago. Este método consistía en una modalidad de construcción en la que se combinaba la fuerza del fierro emparrillado con el concreto. La cimentación de acero con refuerzo de concreto fue usada por primera vez en México para la construcción de ese edificio, es cual tenía como objetivo convertirse en una tienda departamental, un concepto que para esas fechas aún no existía en México.
En 1897, se demolió la parte de los portales agustinos por orden el ayuntamiento y en 1898 se dio inicio a la construcción del edificio Este proyecto era ambicioso y riesgoso, pues se planeaba posicionar a la nueva construcción como el “centro comercial” más grande de toda América.
La tienda fue inaugurada oficialmente como El Centro Mercantil, el 2 de septiembre de 1899 por Porfirio Díaz quien donó el candil tipo Luis XV fabricado en bronce y cristales, el cual luce en la entrada del Gran Hotel de la Ciudad de México.
La invitación para la inauguración firmada por José de Teresa Miranda fue reproducida por periódicos de la época. El periódico El Imparcial del 3 de septiembre dio cuenta detallada de la inauguración:
“Las familias más distinguidas y respetables de la buena sociedad se dieron cita en aquel local y a las 5:30 de la tarde una muchedumbre compacta invadía todos los departamentos en que está dividido el gran establecimiento comercial”.
“El nuevo almacén rompe la monotonía que se observa en todas nuestras casas comerciales; los casilleros son muy elegantes, de maderas finas con realces decorativos y los mostradores están colocados de tal manera que los parroquianos pueden circular libremente por todos los departamentos. Negocios de este género son los que México necesita, porque ellos a la vez que producen utilidad a los que lo emprenden, benefician al público”
En su primer día de operaciones, José de Teresa Miranda entregó mil boletos a las personas desfavorecidas de la capital, para que acudieran a El Centro Mercantil y recibieran cortes de percal, una tela de algodón y por lo general blanca, que era usada para elaborar prendas infantiles.
En un principio, El Centro Mercantil ocupaba un área aproximada de 3,600 m2 y constaba de planta baja y tres pisos más que albergaban 23 almacenes y 100 despachos. En sus escaparates se ofrecían sobre todo mercancías enviadas desde Europa, mientras que en su área de exposición de 1295 m2 aproximadamente se encontraban los departamentos de ropa, muebles, bonetería, perfumería y mantelería, entre otros.
Como es casi una costumbre de las tiendas departamentales, la planta baja y primer piso fueron usados para la comercialización de productos de mayor consumo y los pisos más altos para muebles y otro tipo de artículos.
También contaba con 100 despachos y locales en renta del lado del Portal de Mercaderes, hoy Plaza de la Constitución. Se sabe que la tienda El Nuevo Mundo alquilaba un local en El Centro Mercantil.
Es de reconocer que este centro comercial fue uno de los más grandes y avanzados de Latinoamérica ya que contaba con innovaciones tecnológicas como instalaciones y alumbrado eléctricos, buzones de correo, estación telegráfica y telefónica, drenaje, agua caliente y elevadores Otis de rejilla importados de Francia. Fue la primera obra con decoración Art Noveau en México.
Además de lo anterior, la disposición de los espacios dentro de El Centro Mercantil estaba delimitada por una planta ortogonal compuesta por columnas de hierro con crujías de cuatro a cinco metros que rodeaban un patio cubierto por un domo de cristales que permitían la entrada de la luz natural.
Entre 1910 y 1915 se agregó la primer marquesina de hierro, y entre 1916 y 1919 le agregaron un piso extra del que no se tiene registro de cómo era usado. Antes de 1920, se le agregó un frontón para fines publicitarios y algunos cambios en la marquesina.
Los cambios socioeconómicos ocurridos en el país contribuyeron a la decadencia de El Centro Mercantil y en 1958 fue cerrado, diciendo adiós a sus clientes y visitantes capitalinos. Su apogeo duró más de 55 años.
El edificio, entonces propiedad de la familia Saba y asociados, estuvo desocupado por casi 10 años, hasta que decidieron demolerlo para hacer un hotel. Al percatarse de que la estructura metálica y trabes del mismo material permitían, relativamente, una fácil adaptación al hotel que querían y que la herrería y los elevadores, que “ya se habían desmontado y vendido a comerciantes de fierro viejo” podían ser útiles, se acogió la idea de rescatarlos de su camino hacia la destrucción.
Finalmente, en 1968, el hotel abrió sus puertas con el nombre de Howard Johnson, marcando un referente en la hotelería del país.
El lugar fue remodelado en el año 2003, y renombrado como El Gran Hotel de la Ciudad de México. El nuevo hotel limitó el número de sus habitaciones de 120 a 60, para dar espacio a nuevos lugares como restaurantes y algunos comercios.
Actualmente se conservan como parte del hotel elementos Art Nouveau originales como: una magnífica escalera de herrería de una sola pieza, fabricada en Francia; dos elevadores, el segundo y el tercero que se instalaron en la ciudad después del Palacio Nacional; ondulados barandales cuyos medallones llevan las siglas CM (de Centro Mercantil) y SR (de su primer propietario, Sebastian Robert), También en el vestíbulo destacan el piso de mármol, las columnas oscuras y dos grandes pajareras adornadas con vitrales, añadidas a la decoración en 1968, sin dejar de mencionar, nuevamente, el candil tipo Luis XV fabricado en bronce y cristales, donado por Porfirio Díaz.
Asimismo, en el vestíbulo principal del hotel se puede apreciar el extraordinario vitral tipo Tiffany firmado por el artesano francés Jaques Gruber, el cual fue traído desde Francia en 1906, y es considerado como uno de los vitrales más bellos y monumentales del país. Actualmente forma parte del Patrimonio Cultural de la Nación. También es considerado uno de los cuatro más grandes a nivel mundial, los demás se encuentran en París y San Petersburgo. A Gruber también se debe el diseño del vitral que decora El Palacio de Hierro, en el centro histórico de la Ciudad de México desde 1914 y el de Galeries Lafayette desde 1912.
Hoy en día El Gran Hotel de la Ciudad de México es visitado por cientos de personas, quienes se toman el tiempo de apreciar el lugar histórico y referente arquitectónico con influencias del Art Noveau y Neoclásico emulando el estilo y elegancia de las ciudades europeas de finales del siglo XIX y principios del siglo XX. No olvides visitarlo.
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