485534041976828
top of page
VMLAB magazine

Historia del Maniquí

Actualizado: 30 may

Hoy en día la importancia de los maniquíes en los puntos de venta es esencial para mostrar y vender sus productos, pero te has preguntado ¿Cuándo y dónde empezaron a usarse?


Primero, hay que decir que un maniquí es una representación humana de tamaño natural. Existen diferentes tipos de maniquíes, relacionados con el propósito de su uso, de acuerdo al campo o industria para la que hayan sido creados, como la médica y la automotríz, el arte, la confección y moda donde es una herramienta de venta y comunicación utilizada por escaparatistas y visual merchandisers.



Su presencia en nuestro entorno ha provocado diversas reacciones con consecuencias intrínsecas a nuestra vida diaria; por ejemplo, anteriormente, en algunos países los maniquíes no podían desvestirse sin antes tapar el vidrio de los escaparates, también se les limaban los pezones. Por el contrario, hay marcas que les han dejado los pezones expuestos y agregado vello púbico.



Aunque parezca increíble, también en otros países se han impuesto leyes que prohiben que los maniquíes femeninos que se usan en las tiendas sean menores a la talla 6.


Normalmente, un maniquí femenino mide 1.80 cm de alto, son talla S, con 91 cm de cadera y 63 cm de cintura, medidas muy lejanas al grueso de la población común. Afortunadamente, hoy podemos encontrar maniquíes de diferentes tamaños, medidas, y colores, como sabores al entrar a una heladería.


Para conocer sus inicios debemos trasladarnos al antiguo Egipto. En 1922, el arqueólogo Howard Carter encontró los restos de la denominada tumba KV62, perteneciente al faraón Tutankamón de la dinastía XVIII, quien gobernó del año 1336/5  a 1327/5 a.c.



Junto a un cofre de ropa se descubrió una imitación del cuerpo del faraón, figura que se ha denominado como el maniquí de Tutankamón. Se dice que el mismo faraón ordenó se elaborara un modelo de material sólido con las medidas exactas de su cuerpo para que los sastres pudieran probar más fácilmente las telas y prendas que confeccionaban para él.


Otras civilizaciones, como la griega y la romana, también utilizaron la misma práctica; sin embargo, ésta quedó en desuso con la caída del Imperio Romano y no volvieron a utilizarse hasta la Edad Media. En esta época los maniquíes eran simples modelos en miniatura que imitaban el torso humano, los cuales se fabricaban con varillas para mostrar las prendas a los clientes.


En este mismo periodo se acuñó la palabra maniquíe; que proviene del francés  “mannequin”, pero es derivada del flamenco “manneken” que significa hombre pequeño.


Ya en el siglo XIV aparecen las muñecas de moda (poupées de mode) que se usaron como una forma de dar a conocer los vestidos más novedosos de la época entre las monarquías europeas. Originalmente estas muñecas eran fabricadas en papel maché; posteriormente, entre los siglos XVI y XVII, se hacían de madera, de aproximadamente 35 cm de alto, un aspecto clave es que ya eran figuras articuladas.



Paralelamente, estas figuras articuladas que imitaban un cuerpo humano también eran usadas por pintores y escultores en su labores artísticas y, para diferenciarlos de los usados por sastres en talleres de confección, se les conoció como maniquíes de artista.



Durante el Renacimiento los maniquíes fueron fabricados en mimbre a tamaño real. En este periodo adquieren un significado más profundo, tanto en funcionalidad como en lo estético.


Después, durante la época de la Ilustración y el período Rococó, los maniquíes se convirtieron en símbolos de lujo y sofisticación, coincidiendo con el nacimiento del concepto de ‘Alta Costura’, o ‘Haute Couture’, en Francia. Los sastres y modistas de las cortes reales empezaron a usar maniquíes cada vez más detallados para diseñar y exhibir ropa lujosa, reflejando el estatus y la riqueza de sus clientes.


En el siglo XVIII, en Francia, y en particular en París, ciudad que se convirtió en “capital mundial de la moda”, se fundaron las primeras escuelas de moda y con ellas los maniquíes de costura, de mimbre, madera y papel maché.



La Revolución Industrial provocó una transformación tecnológica y al mismo tiempo económica y social. Los comerciantes tuvieron la necesidad y oportunidad de exponer sus productos en los escaparates de diversos establecimientos, esto llevó a que el uso de maniquíes se incrementara rápidamente y que su fabricación se hiciera en serie, con diversos estilos y tallas y, sobre todo, con un costo más accesible.


En París, en 1847, Alexis Marie Lavigne inventó el busto de maniquí, tal como lo conocemos hoy en día, si bien este busto fue pensado para el modelado de prendas, el mismo Alexis lo utilizó para vender sus telas y piezas de crinolina.



Durante la década de 1850, el diseñador inglés Charles F.Worth, rey de la moda parisina, utilizó modelos (maniquíes vivos) para exhibir chales de Cachemira. Todo empezó cuando le pidió a Marie Verne, una guapa vendedora (con quien terminó casándose), que se paseara por el interior de su lujosa tienda luciendo estos chales. Debido al éxito, le pidió que también luciera faldas, vestidos, corsés e incluso bolsas de mujer. Posteriormente, utilizó esta idea para promocionar sus creaciones a su clientela más selecta en su famosa tienda House of Worth.


En 1870, Francia fue pionera en introducir el primer maniquí de cuerpo entero, aprovechando escaparates que se usaban para exponer productos por parte de los comerciantes. En esa época los maniquíes fueron hechos en cera y madera, lo que hacía que éstos fueran muy pesados y frágiles.



La aparición del alumbrado público eléctrico en la década de 1880 generó que se aprovechasen las cualidades de este tipo de iluminación. Las calles iluminadas eran atractivas para los paseantes y también para exhibir  a los maniquíes vestidos con las mejores prendas del momento en los escaparates de tiendas en diversas ciudades importantes del mundo. Para entonces, los maniquíes ya cumplían con características que reflejaban de una manera realista la anatomía humana.


Durante la Exposición de París de 1894 se realizó una exhibición de maniquíes

la cual tuvo gran éxito. Cinco años después ya se utilizaban en tiendas de ropa en todo el mundo.


El costo de un maniquí en aquel entonces en Estado Unidos era de 15 dólares, pero esta inversión, hecha por grandes almacenes para adquirir varias piezas, se veía compensada con la algarabía de los clientes al poder observar cómo lucía la ropa puesta en los maniquíes, los cuales confeccionados con cera, ojos de cristal y peluca adquirían una apariencia victoriana. Parecían muñecas de tamaño real.


Pierre Imans abrió su taller de maniquíes de cera en 1896. El trabajo de Imans fue y sigue siendo reconocido como innovador, desde bautizar por nombre a los modelos hasta customizarlos con diferentes tonos de piel, poses dramáticas e incluso versiones autómatas y con movimiento de caderas. Los precios rondaban entre los 240 y los 950 francos, una suma bastante considerable para la época.



En los años 20 del siglo XX surgieron dos propuesta estéticas para los maniquíes, por un lado los realistas, reflejando los cánones de belleza de la época y el lujo, pero también surgieron figuras abstractas, sin rasgos que hacían referencia al surrealismo de Dalí o al cubismo de Picasso.



Los maniquíes de cera se usaron hasta la Primera Guerra Mundial, debido a la escasez de material, en su fabricación se tuvieron que eliminar brazos, cabeza y piernas, pero también presentaban el gran inconveniente de no poder usarse en verano; por lo tanto, se empezaron a fabricar en papel maché lo cual hizo que el precio se elevara a 150 dólares cada uno.



La compañía francesa, Siegel & Stockman creó el maniquí de papel maché, el cual era de menor peso que su antecesor, siendo esta innovación el inicio de una evolución en cuanto al empleo de materiales para la fabricación de maniquíes.



En 1925, durante una visita a la exposición de Arte Moderno en París, Irving Elredge, director de Macy´s, reprodujo estos maniquíes, pero para la cabeza y las manos usó escayola para darles mayor realismo, sobre todo al rostro.


En 1934 la compañía de muñecas de Käthe Kruse comenzó a fabricar maniquíes con el método usado en la fabricación de algunas de sus muñecas, usando un esqueleto de metal recubierto de tela, lo cual permitió que estos maniquíes tuvieran movimiento.



Después de la segunda guerra mundial, se empezaron a fabricar en plástico, creado por Jean Pierre Darnat, el cual contenía resina y glicerina que reaccionaba con la pintura en laca, provocando que el maniquíe se tornara verdoso.


Es hasta que se empieza a utilizar el poliéster que se consigue mantener el color intacto del maniquí; sin embargo, resultaba muy caro aplicarlo a los diferentes moldes que se tenían que crear para conseguir las diferentes poses deseadas por el cliente. Entonces se empezó a usar la fibra de vidrio y así los maniquíes se hicieron más ligeros duraderos y baratos.


Durante la primera mitad del siglo XX los maniquíes tenían una apariencia de muñecos, pero a partir de la década de 1960 empiezan a tomar un parecido más humano.


Adel Rootstein transformó a los maniquíes hacia un aspecto realista y comercial, inspirándose directamente de íconos de la época, perfeccionando los rasgos y el peinado. Utilizó como modelos a Twiggy, Joan Collins, Tracy Leigh, entre muchas otras personalidades.



Hoy en día, el proceso de fabricación de un maniquí puede requerir hasta tres meses, si se hace con el método tradicional de modelar una escultura de arcilla sobre alambre que se pasa al yeso para poder sacar el molde base de fibra de vidrio y, posteriormente, poder hacer la producción en serie.


También existen otros métodos para crear prototipos o moldes base, como el escaneo 3D de modelos humanos e incluso la impresión 3D para su fabricación, lo cual agiliza los tiempos de diseño y producción.



Actualmente existe una amplia variedad de materiales y acabados, como plástico, fibra de vidrio, papel maché, papel reciclado, cartón, tela, madera; además de la opción de poder solicitarlos en el color deseado, también existe la posibilidad de elegir sobre una gama de tallas más amplia, así como de rasgos de diferentes culturas y razas, y con características físicas particulares, como la falta de algún miembro del cuerpo. Es decir, la conciencia de la diversidad se ha hecho presente en el diseño y fabricación de maniquíes. Así mismo, su fabricación se hace con conciencia del cuidado del medio ambiente, ya sea con los materiales utilizados para la fabricación y/o en el proceso de producción.





El fin de los maniquíes está lejos, no hay duda de que seguirán evolucionado y adaptándose a la sociedad que los crea y recrea continuamente. La tecnología se está convirtiendo en parte esencial para darles vida, ya sea en su formato tradicional (tridimensional) o en formatos de realidad virtual y holográfica.


Como reflexión final, se puede agregar que el maniquí representa la realidad de la sociedad cambiante en ideales de belleza y en condiciones sociales. Muchas personas aspiran a verse reflejados en la manera en la que viste un maniquíe de cierta tienda o marca. Los jóvenes, mayormente representados en maniquíes, sean o no consumidores de moda y tendencias, son observados y analizados por las empresas relacionadas (y no relacionadas) al retail para recrear los arquetipos de ellos mismos, los cuales, a su vez, serán observados pero, sobre todo, serán consumidos, visual y económicamente por los mismos jóvenes que sirvieron de inspiración.


Ya sea como una herramienta, un fetiche o un reflejo, los maniquíes son un objeto de deseo, un objeto icónico, representativo y funcional en la sociedad actual.






79 visualizaciones0 comentarios

Entradas recientes

Ver todo

Comments


bottom of page